miércoles, 17 de agosto de 2011

“La ley de medios habla de una madurez política y ciudadana” (sur)




El documental La Cocina resume el tratamiento que tuvo en el Congreso la Ley de Comunicación Audiovisual. El derrotero que antecedió a su sanción, las presiones de los grupos concentrados y la realidad mediática fuera de Capital.

A casi dos años de la aprobación en el Senado de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el mapa mediático argentino comenzó a dar sus primeros pasos en base a la nueva legislación. La lozanía de la norma, las dificultades para implementar cambios drásticos en el terreno mediático (sumado al vicio de algunos grupos concentrados de judicializar la ley) y un pasado normativo que cristalizó un escenario comunicacional unitario, oligopólico y exclusivamente comercial, retrasaron los tiempos de su aplicación. Sin embargo, a la distancia, la sanción de la norma en un marco de concertación política y apoyo ciudadano poco habitual, sigue siendo objeto de reconocimiento y orgullo. A través de audiencias públicas y 24 foros abiertos realizados en todo el país, el proyecto fue debatido por los más amplios sectores sociales y políticos que hicieron de la norma definitiva, que reemplazó al decreto-ley de la dictadura, uno de los hechos políticos más significativos desde el retorno de la democracia.

Así lo entendieron David Blaustein y Osvaldo Daicich quienes, con la experiencia de Porotos de soja, su anterior documental en el que reflejaron otro encendido debate político-económico nacido a partir de la resolución 125, volvieron a salir a la calle cámara en mano, buscando historiar en un film político y urgente, el proceso de discusión y construcción de la ley. “Nos ocurrió lo mismo que conPorotos de soja: La realidad manda y uno responde sin saber bien qué es lo que va a pasar, pero con la certeza de que es necesario mostrar lo que ocurre en la sociedad”, cuenta Coco Blaustein. “El 27 de agosto de 2009, Cristina anunció en la Casa Rosada que enviaría al Congreso el proyecto de ley. Ése fue nuestro primer día de rodaje. Salimos a registrar con una cámara la marcha desde la Casa de Gobierno al Congreso. Todavía no teníamos clara la idea de armar algo posterior con esas imágenes, pero empezamos a pergeñar la posibilidad de una película que diera cuenta de cómo iba a ser todo ese proceso”, reconoce el director de Botín de guerra (2000) yCazadores de utopías (1995).

La Cocina (en el medio hay una ley), es el título del documental que está en su etapa final y cuyo estreno se prevé para fines de agosto. En la película, los realizadores rescatan además esas otras experiencias comunicacionales, periféricas y alternativas, que funcionan en las provincias, alejadas de los imaginarios, agendas y ritmos porteños.

–¿En qué momento entendieron que lo que estaba sucediendo merecía ser contado?

D.B.: –Cuando estábamos haciendo Porotos de soja se hablaba de que se venía la nueva ley de medios. Había una expectativa enorme de que se iba a concretar cuando el 1° de marzo de 2009 Cristina anunció, en su mensaje al Congreso, que ese año enviaba el proyecto. Es un tema que tiene más de 20 años, una deuda desde la recuperación de la democracia, un reclamo histórico. Tuvimos una cámara registrando cuando el proyecto de ley empezó a ser tratado en la Comisión de Comunicación, cuando empezaron las audiencias públicas en el Anexo del Congreso de la Nación, y también cuando se trató en el recinto. Intuitivamente, teníamos la intención de que a esos debates al interior del Congreso debíamos sumarle la realidad de los medios provinciales. Y, en el verano del 2009 al 2010, nos sentamos a definir las líneas generales de la película con mi hermano Eduardo, que escribió el primer guión.

O.D.: – La película tiene bastante información e intenta contar, en una especie de gran noticiero, qué fue lo que pasó. Funciona como una herramienta a la que uno le puede dar play y pausa y sirve también para generar discusiones en relación con la tensión que marcó la polarización mediática, entre la Ley K o la ley no K, que todavía está vigente. Pero más allá de la crónica política y de la discusión que se planteó, también había que poner el eje en una película no porteña. Es decir, con una mirada desde las experiencias comunicacionales del interior del país que marcan otro tipo de agenda, de estructura y de acceso al ciudadano. La película es interesante para pensar las cosas desde otro lado y no naturalizar sentidos sólo a partir de cuatro o cinco expresiones comunicacionales.

–¿Cómo seleccionaron las experiencias mediáticas provinciales que aparecen en el film?

O.D.: – Hicimos un listado sobre los tres tipos de medios, gráficos, radiales y televisivos, en los que las agendas de comunicación locales tenían incidencia en la comunidad. La idea era federalizar la película. Utilizar el recurso de los viajes como transiciones para la narrativa. El contraste entre la vida porteña urbana y alocada y el mundo del interior con sus agendas regionales particulares era muy interesante.

D.B.: Fuimos a FM La Ranchada, en Córdoba, también a Canal 10 de Tucumán, para conocer su experiencia universitaria pública y provincial. Estuvimos con Felipe Bóccoli que contó sobre la tradición cooperativa en Santa Fe. En el sur, visitamos una experiencia de comunicación mapuche; también estuvimos en el diario La Arena, de La Pampa, y en Río Negro, con Néstor Busso, integrante de Radio Encuentro, en Viedma. Fue ahí cuando empezamos a sentir que el acumulado de información que teníamos comenzaba a tener un traslado cinematográfico, desde las imágenes, las historias.

–¿Con qué se encontraron al caminar las provincias y conocer esas otras experiencias y modelos de comunicación?

O.D.: – Uno de los elementos que marcaba un mayor contraste era la visión de Buenos Aires con respecto a la visión que tiene cada lugar sobre sus realidades locales. Qué interés puede tener la congestión de tránsito en Panamericana, la temperatura bajo cero en el conurbano o una salidera bancaria, para alguien que vive en Santa Fe, Tucumán o Neuquén. Son otras realidades, tienen otros usos del tiempo y la vida cotidiana, del ocio y el disfrute, el ritmo de vida y la socialización son otros. A ellos mismos les hace ruido verse como parte de una realidad nacional cuando su realidad local no está representada. El vínculo social es otro, las puertas de las casas están abiertas, se duerme la siesta, se come en la escuela, se charla con el vecino, se usan los medios de comunicación como un servicio social. Esos lugares son como bálsamos de comunicación, de expresión y de nuevas miradas, que de alguna manera la película trata de rescatar.

D.B.: Eso que rescata Osvaldo, el equipo lo disfrutó muchísimo. Cuando vamos a rodar a otra provincia, realmente te encontrás con otro país. Hacer imágenes con la precordillera de fondo o filmar en una radio de una villa en Córdoba, o filmarlo a Néstor Busso con el Río Negro atrás, es muy fuerte. No se puede creer que ese mundo argentino, ese mundo cultural no forme parte de nuestra vida cotidiana.

–A la distancia, después de haber seguido el debate y el proceso de construcción de la ley, ¿a qué adjudican que finalmente se haya aprobado una norma que reemplazó a la de la dictadura?

O.D.: – Hubo voluntades complejas y combinadas. Primero, desde el Poder Ejecutivo Nacional, que reconoció el dominio del manejo de información que tienen los medios, que presentó un preproyecto que fue discutido en los foros, que tuvo aportes de distintos actores, comunitarios y privados, que modificó el ingreso de las telefónicas y que generó una construcción política con la oposición en un bloque de concertación. Todo esto habla de una madurez política y ciudadana en la construcción de la ley, y también marca el diálogo con el Poder Judicial. A esa conjunción de los tres poderes, más la voluntad política y el acompañamiento de los sectores de la comunicación, se acopió además toda la base popular que tenía la ley para potenciarla. En términos de batalla democrática se trató de una coalición de un núcleo político plural donde están todas las organizaciones y todas las expresiones políticas. Y una voluntad política y una sabiduría enorme al interior de esas coaliciones de manera tal de saber saldar las diferencias para tratar de conseguir el objetivo final.

D.B.: A diferencia de lo que sufrimos en carne propia con la 125, con la ley de medios se logró articular con todo un sector de la oposición para sancionarla. Hay que destacar el rol de Agustín Rossi y de la Coalición por una Radiodifusión Democrática (CRD) para lograr esos consensos. Una de las cosas que reivindicamos es que esta película, que es claramente política, fue financiada por sindicatos, organizaciones sociales, cooperativas, federaciones, hay absolutamente de todo un poco. La película repite la pluralidad de la CRD, que es una mezcla de identidades y de pensamientos políticos. Y está muy bien que sea así. También los personajes que participan fueron seleccionados con un criterio de amplitud y unidad nacional. Entre que algunas cosas las pudiera decir un kirchnerista o un tipo de otro palo, nosotros preferimos que las dijera un tipo de otro palo. Queda claro que nos podemos poner de acuerdo, éste fue el ejemplo.

–Con la ley en marcha, queda pendiente la pregunta sobre cómo garantizar su sustentabilidad en el tiempo.

O.D.: – Claro, hecha la ley, ¿ahora qué?, sería la pregunta. Bueno, ahora falta que se haga carne, que se desactiven un montón de imaginarios que están circulando y que se haga efectiva la desconcentración económica que exige el artículo 161. La mayor parte de este proceso, que implicaba generar consensos para sancionar la ley, ya está. Ahora viene toda la otra parte que es hacer carne la ley, multiplicar realmente las voces, que la televisión digital y los concursos del Incaa para generar nuevos contenidos se expandan. Pero son los primeros pasos. La ley fue como el acta de nacimiento. Ver cómo todo eso se implementa sería parte de otra película.

D.B.: Todos aprendimos de la experiencia de la 125. Y el que se quema con leche ve una vaca y llora. Creo que hay una enorme voluntad política de Cristina de darle un envión a la ley, y de impulsar también articulaciones mayores en el Congreso. Pero además, el papel que jugó la Coalición juntando y articulando a todos los sectores –curas, rabinos, cooperativistas, medianos empresarios, evangelistas, medios del interior, académicos, directores de cine– es imprescindible de entender. Por otra parte, algunos cuadros de la CRD le agregaron al tratamiento y a la flexibilidad de la ley una experticia técnica muy importante. Una de las hipótesis con la que concluye la película es que ninguna ley termina de ser definitiva hasta que la sociedad no la convierte en un elemento sustentable. Y a esta ley hay que hacerla sustentable a partir de garantizar su aplicabilidad. Éste es el debate que está pendiente ahora.

–Todavía hay cuentas pendientes para la plena aplicación de la ley. ¿Cuál es su opinión sobre los plazos de implementación y el rol de la Autoridad Federal (Afsca)?

D.B.: Para la aplicabilidad de la ley, hay un tema de voluntad política, pero hay también un problema de calidad de gestión. Hay un rol posterior a la sanción de la ley que es garantizar su aplicación. Ahí no se pueden dormir en los laureles. Habrá que ver qué pasa el 10 de diciembre y quién es el sucesor de (Gabriel) Mariotto. Recién ahí podrán sacarse conclusiones más categóricas. La sensación es que los tiempos de aplicación de la ley deberían haber sido otros. Suponemos que esto tiene que ver con la juventud, con lo original, con lo dificultoso, con la animadversión del enemigo que no duerme. Y mientras tanto, la realidad es que la ley ha sido modelo en América latina, en Uruguay, Ecuador, México, Bolivia, Brasil. Son todos países donde se está discutiendo el tema de la comunicación y donde nuestra ley es un ejemplo.






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