Para encarar la tarea se vale del programa cubano "Yo sí puedo", de probada eficacia en 29 países, que solo en Venezuela alfabetizó a dos millones de personas en dos años.
Con su escuela pública, gratuita y obligatoria y con políticas activas, la Argentina exhibe una buena educación elemental; por ende, que algunas personas queden de todos modos fuera del sistema educativo, habla de lo complicado de sus historias y anticipa la dificultad de llegar hasta ellos. En Avellaneda lo han comprobado.
"Lo más difícil de esto no es el trabajo pedagógico sino detectar a las personas analfabetas y luego lograr que participen", confirma Mariana Pellegrino, coordinadora de la comisión creada por el intendente Jorge Ferraresi para esta misión.
Pellegrino recuerda que el Censo 2010 registró 3700 analfabetos en todo el partido. "Nosotros calculamos que debe haber el doble, porque a muchos les da vergüenza admitirlo. A veces alguien nos dice que saber leer, pero después de un rato charlando, viendo si algún familiar o vecino quiere participar, termina confesando entre lágrimas que no sabe", comenta.
La segunda dificultad no es más sencilla de vencer. "Nos ha pasado detectar a 35 personas iletradas en un cuadrícula de tres manzanas y que solo cinco se sentaran a aprender", comenta.
Pese a todo, con un minucioso y persuasivo trabajo puerta a puerta por los barrios pobres del distrito, la comisión –que también integran Cristian Manfil, Claudia Rijo y el asesor pedagógico cubano Rodrigo Martínez- logró reunir a 95 participantes para comenzar.
"Alguna gente ha sobrevivido tantos años sin esta herramienta que por sí misma no le ve importancia y hay que explicarle, pero también está el obrero que trabaja muchas horas y le cuesta encontrar tiempo y ganas para esto, lo mismo la mujer que carga con muchos hijos", describe Pellegrino.
Martínez dice que la clave es "mostrar a estas personas que hasta ahora han necesitado valerse de otras para realizar cosas elementales, como ir al mercado, y que hasta son engañadas con facilidad, que a partir del esfuerzo pueden adquirir una capacidad para desarrollar una vida más independiente".
Muchas madres quieren aprender, por ejemplo, para ayudar a sus niños con la tarea escolar. El grupo conoce además el caso de una mujer paraguaya que no iba al hospital público porque no podía entender las flechas indicadoras, y de otra que causó una intoxicación a su propio hijo por interpretar mal la dosis del medicamento que debía darle.
El hecho es que los primeros 95 ya trabajan entusiasta y regularmente, en grupos organizados en Dock Sud, Villa Corina, 7 de Enero, Villa Tranquila, en el Mercado de Frutas y Hortalizas y otros puntos y se espera que para abril estén alfabetizados.
Manfil cuenta que "se organizan grupos pequeños que funcionan en el mismo barrio para que viajar no constituya otra barrera", y que la comuna provee los materiales.
Los rastrillajes por los barrios también buscan facilitadores, personas que, sin necesidad de formación pedagógica alguna, cumplirán la función esencial de ayudar al grupo a interpretar bien las clases grabadas en video.
El asesor cubano considera fundamental la figura del facilitador, un voluntario que puede ser un vecino, un estudiante, un militante político, un jubilado. Algunos se ofrecen después de informarse en la página de Facebook "Yo sí puedo Avellaneda".
"Tienen un papel preponderante –destaca Martínez- para lograr la permanencia de los participantes y que lleguen al objetivo, a partir del amor para ayudarlo, reiterando conceptos, porque los adultos no asimilan igual que los niños; buscándolo si faltó, conteniéndolo si tiene un problema".
Las clases, tres por semana, al principio enseñan a tomar el lápiz y cómo hacer los trazos, luego una letra por día comenzando por las vocales. Se llega a la lecto-escritura y a dominar las cuatro operaciones matemáticas básicas en unos tres meses y medio.
Los videos, de media hora, muestran clases teatralizadas para que los participantes, que no se animan a hacer preguntas, vean en la pantalla cómo alumnos expresan las mismas dudas que ellos tienen y se van respondiendo. "Que la tele eduque no es un dato menor: rompe el paradigma de la caja boba", acota Manfil.
El programa va aprovechando los saberes de los participantes, en ellos hace pie y, una vez iniciado, el proceso despliega su riqueza. Un alumno, trabajador del cementerio, difícilmente olvide el día que descubrió que el signo que indicaba el ramal del colectivo que tomaba desde hace años era la letra a.
Luego se va formando un vínculo y los miembros del grupo empiezan a trabajar colectivamente, se consultan y ayudan.
Una mujer, a la que el marido le dejó un libro de poemas y antes de morir le pidió que aprendiera y lo leyera por sí misma, el día que se dio cuenta de que ya leía, abrazó largo rato, emocionada, a la facilitadora de su grupo.
Un changarín, que participa en un grupo en el mercado, pidió si podía armarse otro en su casa, para su mujer sus tres hijos mayores y dos vecinos. "Yo estaba haciendo la tarea en casa y mi mujer dijo ‘para qué’, entonces le expliqué", relató el trabajador, que resultó así tan buen alumno que reprodujo el mensaje y la labor de los alfabetizadores.
Una señora joven que leía de corrido pero no comprendía, fue acercada al programa por su marido. Cuando comenzó a entender, escribió: "Estoy feliz porque voy a estudiar".
Al cabo de 65 clases se pide a los alumnos que escriban una carta de agradecimiento a alguien de su elección. "Es la evaluación. Que una idea abstracta sea planteada con coherencia y se pueda leer significa que la persona está alfabetizada", dice Pellegrino.
En pocas semanas será la primera graduación. La comisión prepara una gran difusión del acontecimiento. Cuenta con que los resultados den un impulso al programa, tanto para obtener renovado apoyo de las autoridades, como para que los alumnos den fe de su efectividad y ayuden así a acercar a otros.
Quieren alfabetizar tres tandas este año para probarse a sí mismos que "derrotar al analfabetismo -consignan- nosotros sí podemos".
Las clases, tres por semana, al principio enseñan a tomar el lápiz y cómo hacer los trazos, luego una letra por día comenzando por las vocales. Se llega a la lecto-escritura y a dominar las cuatro operaciones matemáticas básicas en unos tres meses y medio.
Los videos, de media hora, muestran clases teatralizadas para que los participantes, que no se animan a hacer preguntas, vean en la pantalla cómo alumnos expresan las mismas dudas que ellos tienen y se van respondiendo. "Que la tele eduque no es un dato menor: rompe el paradigma de la caja boba", acota Manfil.
El programa va aprovechando los saberes de los participantes, en ellos hace pie y, una vez iniciado, el proceso despliega su riqueza. Un alumno, trabajador del cementerio, difícilmente olvide el día que descubrió que el signo que indicaba el ramal del colectivo que tomaba desde hace años era la letra a.
Luego se va formando un vínculo y los miembros del grupo empiezan a trabajar colectivamente, se consultan y ayudan.
Una mujer, a la que el marido le dejó un libro de poemas y antes de morir le pidió que aprendiera y lo leyera por sí misma, el día que se dio cuenta de que ya leía, abrazó largo rato, emocionada, a la facilitadora de su grupo.
Un changarín, que participa en un grupo en el mercado, pidió si podía armarse otro en su casa, para su mujer sus tres hijos mayores y dos vecinos. "Yo estaba haciendo la tarea en casa y mi mujer dijo ‘para qué’, entonces le expliqué", relató el trabajador, que resultó así tan buen alumno que reprodujo el mensaje y la labor de los alfabetizadores.
Una señora joven que leía de corrido pero no comprendía, fue acercada al programa por su marido. Cuando comenzó a entender, escribió: "Estoy feliz porque voy a estudiar".
Al cabo de 65 clases se pide a los alumnos que escriban una carta de agradecimiento a alguien de su elección. "Es la evaluación. Que una idea abstracta sea planteada con coherencia y se pueda leer significa que la persona está alfabetizada", dice Pellegrino.
En pocas semanas será la primera graduación. La comisión prepara una gran difusión del acontecimiento. Cuenta con que los resultados den un impulso al programa, tanto para obtener renovado apoyo de las autoridades, como para que los alumnos den fe de su efectividad y ayuden así a acercar a otros.
Quieren alfabetizar tres tandas este año para probarse a sí mismos que "derrotar al analfabetismo -consignan- nosotros sí podemos".
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