Presentar las imágenes del presunto asesino de Mariano Ferreyra junto a Amado Boudou como si se tratara de información relevante para el caso constituye un grave acto de desinformación y un insulto a la inteligencia de los lectores. Las tapas de Clarín, La Nación y Perfil lo confirmaron ayer: a esos medios, el esclarecimiento de los hechos les importa un bledo.
Es complicado el crimen de Mariano Ferreyra. Presenta muchas aristas, tal vez demasiadas. Está el tema de los autores materiales, y el de los presuntos instigadores intelectuales. Están bajo la lupa los sospechosos de responsabilidades sindicales, pero también policiales, empresariales y públicas. Por otro lado, el homicidio del joven militante del Partido Obrero abrió en la sociedad un complejo debate sobre el gremialismo argentino, la dudosa legitimidad de algunos de sus líderes y la necesidad de abrir el juego a nuevas formas de representación sindical.
A lo que vamos: no es una tarea fácil informar a la población sobre algo tan delicado como un crimen político. Obliga a revisar una y otra vez creencias y prejuicios, a examinar cada nuevo dato con sumo cuidado para no caer en las frecuentes trampas, a concentrarse para poder plasmar conceptos de extrema dificultad en algo tan escueto como un título. Cualquier persona de buena fe podría suponer que hacia el interior de las redacciones prima la responsabilidad. Que a la hora de decidir una noticia, o de definir una tapa, la idea es arrojar un poco de luz sobre cuestiones que a simple vista resultan opacas.
Las ediciones de ayer de Perfil, La Nación y Clarín prueban, una vez más, que eso no es así en todos los medios. Los tres matutinos publicaron en sus respectivas portadas dominicales las fotos de Cristian Favale (el barrabrava que habría disparado a Ferreyra) junto al ministro de Economía Amado Boudou, al ministro de Educación Alberto Sileoni y a la periodista Sandra Russo. Ahora bien, ¿qué quieren decir estas fotos? ¿Qué datos aportan a la investigación? ¿Por qué son relevantes para el caso? ¿Realmente implican algún tipo de vínculo del sospechoso con el gobierno? Ninguno de estos medios fue capaz de explicarlo. Sólo refirieron que fueron extraídas del perfil de Facebook de Favale, y que fueron tomadas durante una de las peñas que cada miércoles organiza el titular de Economía. En las crónicas, además, reconocieron que prácticamente cualquiera puede ingresar a esos encuentros. O sea: todo indica que, al tratarse de fotos de ocasión tomadas en un lugar público, son más “cholulas” que otra cosa. Lo mismo Favale podría haber aparecido junto al Papa, Shakira o Mick Jagger. ¿Qué razón hay, entonces, para presentarlas a los lectores como si se tratara de la gran revelación?
DIFERENCIAS. Nadie podría negar que esas fotos constituyen en sí una noticia. En otras palabras: no se está sugiriendo desde este espacio que los medios tendrían que haberlas ocultado. Nada más alejado. Este diario, para el caso, incluyó esa información, como también lo hizo Página/12, aunque con una gran diferencia: en ambos casos la noticia se puso en contexto. Se explicó que las imágenes fueron tomadas en un lugar público, que Favale es una de las personas que se acercó para sacarse una foto de la misma manera que pueden hacerlo tantas otras. Ambos diarios, además, se ocuparon de comunicarse con quienes aparecían en las imágenes para que tuvieran la oportunidad de dar su versión.
Perfil, directamente, presentó las fotografías como el principal tema del domingo, asegurando que su existencia “complica al gobierno”. Luego se contradijo al afirmar que la peña de Boudou “es un lugar al que no todos acceden, pero sí Cristian Favale”, ya que en esa misma crónica reconoció más adelante que el sospechoso “reservó su lugar a través de Facebook”.
Clarín incluyó la foto en la portada con escasa información, apenas un pequeño epígrafe: “Con Boudou. El sospechoso, junto al ministro, en Facebook.” El diario señaló que el titular de Economía “dejó trascender” que no conoce a Favale, y se ocupó también de hablar de “conmoción” y “estupor” en el kirchnerismo, pero no incluyó testimonios de Russo, ni de Sileoni, ni de Boudou.
La Nación, por último, también dio las fotos en tapa, y señaló que “nadie pudo aclarar ayer” qué hacía Favale junto a los ministros y la periodista. “Boudou no explicó nada: estaba de viaje en Corea”, dijo el diario, que también marcó que “la presencia de Favale junto a funcionarios kirchneristas en la peña de Boudou es todo un misterio”, un comentario que resulta extraño, si se tiene en cuenta que otros medios sí lograron comunicarse con el equipo de colaboradores que acompaña al funcionario en Corea del Sur, donde participa en una reunión del G-20. Pero el diario de Bartolomé Mitre fue todavía más allá, ya que arriesgó que “cuando caía la noche, el gobierno intentó descomprimir la tensión del día con la detención de Pablo Díaz”, como si la captura del jefe de la patota de la Unión Ferroviaria hubiera tenido que ver con esas fotos. Un disparate.
DESVIAR EL FOCO. ¿A alguno de estos medios le importa que la sociedad comprenda mejor cuál es la significación de la muerte de Mariano Ferreyra? ¿Qué sentido tiene llevar a sus tapas imágenes que claramente desvían el foco de la información hacia un asunto menor que, como queda claro, en el fondo no tiene ninguna importancia? ¿Los dueños de estos medios podrían asegurar con plena honestidad a sus lectores que realmente consideran que esas imágenes merecían en el día de ayer ese tratamiento y ese espacio? Se sabe que los medios de comunicación no son muy amigos de la autocrítica, pero así y todo la cobertura que se hizo de este caso parecería estar reclamando hacia el interior de las redacciones un profundo debate.
A esta altura del partido, ya nadie puede negar que la corporación mediática se mueve en función de sus intereses económicos y políticos, y que la responsabilidad de informar queda demasiadas veces relegada a otras cuestiones menos sagradas. Pero no por conocida esa situación produce menos bronca e indignación, aunque tal vez, más que nada, lo que genera una operación como esta es una enorme tristeza. Tristeza por los compañeros que trabajan en esos medios, por los lectores que aún no se han enterado del engaño y también por el desperdicio que implica que se emplee tanto papel, tanto dinero y tanto esfuerzo para imprimir cada día montañas de basura
Consejo de Medios
Audiovisuales Preservación
Documental y Defensa de la
Audiencia
Es complicado el crimen de Mariano Ferreyra. Presenta muchas aristas, tal vez demasiadas. Está el tema de los autores materiales, y el de los presuntos instigadores intelectuales. Están bajo la lupa los sospechosos de responsabilidades sindicales, pero también policiales, empresariales y públicas. Por otro lado, el homicidio del joven militante del Partido Obrero abrió en la sociedad un complejo debate sobre el gremialismo argentino, la dudosa legitimidad de algunos de sus líderes y la necesidad de abrir el juego a nuevas formas de representación sindical.
A lo que vamos: no es una tarea fácil informar a la población sobre algo tan delicado como un crimen político. Obliga a revisar una y otra vez creencias y prejuicios, a examinar cada nuevo dato con sumo cuidado para no caer en las frecuentes trampas, a concentrarse para poder plasmar conceptos de extrema dificultad en algo tan escueto como un título. Cualquier persona de buena fe podría suponer que hacia el interior de las redacciones prima la responsabilidad. Que a la hora de decidir una noticia, o de definir una tapa, la idea es arrojar un poco de luz sobre cuestiones que a simple vista resultan opacas.
Las ediciones de ayer de Perfil, La Nación y Clarín prueban, una vez más, que eso no es así en todos los medios. Los tres matutinos publicaron en sus respectivas portadas dominicales las fotos de Cristian Favale (el barrabrava que habría disparado a Ferreyra) junto al ministro de Economía Amado Boudou, al ministro de Educación Alberto Sileoni y a la periodista Sandra Russo. Ahora bien, ¿qué quieren decir estas fotos? ¿Qué datos aportan a la investigación? ¿Por qué son relevantes para el caso? ¿Realmente implican algún tipo de vínculo del sospechoso con el gobierno? Ninguno de estos medios fue capaz de explicarlo. Sólo refirieron que fueron extraídas del perfil de Facebook de Favale, y que fueron tomadas durante una de las peñas que cada miércoles organiza el titular de Economía. En las crónicas, además, reconocieron que prácticamente cualquiera puede ingresar a esos encuentros. O sea: todo indica que, al tratarse de fotos de ocasión tomadas en un lugar público, son más “cholulas” que otra cosa. Lo mismo Favale podría haber aparecido junto al Papa, Shakira o Mick Jagger. ¿Qué razón hay, entonces, para presentarlas a los lectores como si se tratara de la gran revelación?
DIFERENCIAS. Nadie podría negar que esas fotos constituyen en sí una noticia. En otras palabras: no se está sugiriendo desde este espacio que los medios tendrían que haberlas ocultado. Nada más alejado. Este diario, para el caso, incluyó esa información, como también lo hizo Página/12, aunque con una gran diferencia: en ambos casos la noticia se puso en contexto. Se explicó que las imágenes fueron tomadas en un lugar público, que Favale es una de las personas que se acercó para sacarse una foto de la misma manera que pueden hacerlo tantas otras. Ambos diarios, además, se ocuparon de comunicarse con quienes aparecían en las imágenes para que tuvieran la oportunidad de dar su versión.
Perfil, directamente, presentó las fotografías como el principal tema del domingo, asegurando que su existencia “complica al gobierno”. Luego se contradijo al afirmar que la peña de Boudou “es un lugar al que no todos acceden, pero sí Cristian Favale”, ya que en esa misma crónica reconoció más adelante que el sospechoso “reservó su lugar a través de Facebook”.
Clarín incluyó la foto en la portada con escasa información, apenas un pequeño epígrafe: “Con Boudou. El sospechoso, junto al ministro, en Facebook.” El diario señaló que el titular de Economía “dejó trascender” que no conoce a Favale, y se ocupó también de hablar de “conmoción” y “estupor” en el kirchnerismo, pero no incluyó testimonios de Russo, ni de Sileoni, ni de Boudou.
La Nación, por último, también dio las fotos en tapa, y señaló que “nadie pudo aclarar ayer” qué hacía Favale junto a los ministros y la periodista. “Boudou no explicó nada: estaba de viaje en Corea”, dijo el diario, que también marcó que “la presencia de Favale junto a funcionarios kirchneristas en la peña de Boudou es todo un misterio”, un comentario que resulta extraño, si se tiene en cuenta que otros medios sí lograron comunicarse con el equipo de colaboradores que acompaña al funcionario en Corea del Sur, donde participa en una reunión del G-20. Pero el diario de Bartolomé Mitre fue todavía más allá, ya que arriesgó que “cuando caía la noche, el gobierno intentó descomprimir la tensión del día con la detención de Pablo Díaz”, como si la captura del jefe de la patota de la Unión Ferroviaria hubiera tenido que ver con esas fotos. Un disparate.
DESVIAR EL FOCO. ¿A alguno de estos medios le importa que la sociedad comprenda mejor cuál es la significación de la muerte de Mariano Ferreyra? ¿Qué sentido tiene llevar a sus tapas imágenes que claramente desvían el foco de la información hacia un asunto menor que, como queda claro, en el fondo no tiene ninguna importancia? ¿Los dueños de estos medios podrían asegurar con plena honestidad a sus lectores que realmente consideran que esas imágenes merecían en el día de ayer ese tratamiento y ese espacio? Se sabe que los medios de comunicación no son muy amigos de la autocrítica, pero así y todo la cobertura que se hizo de este caso parecería estar reclamando hacia el interior de las redacciones un profundo debate.
A esta altura del partido, ya nadie puede negar que la corporación mediática se mueve en función de sus intereses económicos y políticos, y que la responsabilidad de informar queda demasiadas veces relegada a otras cuestiones menos sagradas. Pero no por conocida esa situación produce menos bronca e indignación, aunque tal vez, más que nada, lo que genera una operación como esta es una enorme tristeza. Tristeza por los compañeros que trabajan en esos medios, por los lectores que aún no se han enterado del engaño y también por el desperdicio que implica que se emplee tanto papel, tanto dinero y tanto esfuerzo para imprimir cada día montañas de basura
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