A punto de concluir su mural destinado a la maternidad del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Propiedad Horizontal (SUTERH), el plástico Marino Santa María resaltó la relación entre el arte y la sociedad.
Muralista profuso y reconocido interventor urbano, Marino Santa María es uno de los artistas destacados que llevan adelante el conjunto de murales que embellecerán el edificio de la maternidad del Sindicato Único de los Trabajadores de Edificios de Renta y Propiedad Horizontal (SUTERH). La iniciativa está a cargo de nombres de la talla de Daniel Santoro, Miguel Rep, Emilio Reato, Carolina Beatriz Antoniadis, Diego Perrotta y Omar Panosetti; además, claro, de Santa María. Ex rector de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón e inspirado interventor de la calle Lanín, en el barrio porteño de Barracas, Santa María dialogó con Tiempo Argentino sobre el valor de la experiencia y la relación del arte con la sociedad.
–¿Cómo surgió la idea de esta iniciativa y con qué desafíos te encontraste desde un primer momento?
–Fui convocado por Daniel Santoro, el trabajo fue encargado por Víctor Santa María y conté con la asistencia de César Bustamante. En el momento que me comentaron que iba a ser una obra para la maternidad del SUTERH, Daniel (Santoro), como sabe lo que vengo haciendo en la Ciudad con el mosaico veneciano, me mostró ese gran paredón de 10 metros por 20. El primer desafío fue pensar en una imagen que no se fragmente, que tampoco aburra, que pueda unir todo el espacio y que pueda ser de algún modo descifrada por el público del sindicato.
–¿Qué sentidos y características tiene el mural que estás a punto de concluir?
–Me parece que incentiva mucho la arquitectura del lugar. Una parte la pensé como una figura femenina, una silueta embarazada, que va a ser recorrida y vista a través de sus ventanales a medida que uno va subiendo en el edificio. Otra parte que ya toma un pequeño patio, donde hay otra figura femenina en igual situación, pero avanzando medio metro de la pared, destacándose, siendo un personaje tridimensional casi. Y, por detrás, corren figuras que aluden a la gestación: una forma tiene que ver con un ovario y otra con lo que sería un vientre en movimiento y termina luego de una curva, que algunos dicen que es la panza, en la que aparecen unas formas blancas con forma de edificio como un símbolo de esa parte, esa materia prima del sindicato. Todo esto a lo largo de 240 metros, con colores rojo, naranja, amarillo, verde, turquesa, verde esmeralda, con un aspecto totalmente pop.
–¿Cuáles son los aportes y la importancia de este tipo de iniciativas?
–Es fantástico que exista una iniciativa que vincule una acción básica como es la gremial, con el arte y, por supuesto, con la gente. Esto es habitual de parte de SUTERH que, desde las publicaciones como Caras y Caretas, y el centro cultural con sus debates y propuestas de cine, teatro, etcétera, forjaron una ciudad cultural a escala micro.
–¿Creés que este es un momento histórico más propicio para acercar la expresión artística a la vida pública?
–Cuando empezó Quinquela fue expulsado de los museos. Después vino una cantidad de experiencias como la muralística del grupo Espartaco y el mural empezó a tener una trascendencia desde un compromiso social-político deliberado. Hoy nos encontramos con una mayor posibilidad de hacer arte en la vida pública y también hay una mayor demanda social de que eso suceda.
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