lunes, 29 de noviembre de 2010

La comunicación indecente (SUR)




La falacia de la participación popular en los medios masivos. Los mecanismos para lograr la fidelización de la audiencia y renovar el contrato con el público



“Una comunicación indecente (es decir, desprovista de valor intelectual, de decencia, de cultura) y manipulada (es decir, engañosa, bajo las múltiples formas que pueden inducir al error a aquellos que la reciben) priva a la población de medios intelectuales para defenderse. Un país no se puede considerar una democracia si una gran mayoría de su población está sometida a una comunicación manipulada y a una información fundamentalmente falsa.” Giulietto Chiesa

Podés participar de la encuesta en el portal del diario. Podés mandar tu video para denunciar el robo en la esquina de tu casa. Podés mandar un mensajito de texto para que aparezca en la parte inferior de la pantalla mientras habla el monigote de traje. Podés prender y apagar la luz desde Trenque Lauquen para que el amigo Lapegüe le sonría a la cámara descrispadamente.Todos esos espacios perfectamente delimitados y acotados a un formato estricto son los que constituyen la “participación popular”. Falacia. Nadie puede pensar que el que va a saltar frenéticamente a la hora del Prende y Apaga está participando en tanto ciudadano. Se trata de incorporar esa “participación” para lograr esa idea de “la gente está con nosotros”. Visible en las tácticas del Grupo Clarín por su dinámica de partido político.El plan es mostrar a los subalternos a su antojo y proveerles de una herramienta para lograr la actitud de denuncia de las clases populares sobre sí mismas. El ejemplo más claro es TN y la gente, una herramienta para que produzcan contenidos los corresponsales amateurs y la pantalla se llene de denuncias de tinte barrial. El proyecto devino en álbum social desde donde compartir un bautismo o un parto en plena vía pública. Se podría inferir que el que manda el video a TN es el que después pincha con la tachuela la zona del delito en el Mapa de la Inseguridad. “En el caso de la denuncia de un hecho delictivo a lo mejor se trate de un resabio de la necesidad de los medios para que la Justicia opere, una de las mayores discusiones de los ’90. Como la Justicia no operaba, los medios demostraban mayor efectividad. En el caso de prender y apagar la luz es el chiste de Capusotto, es eso de ‘está muy bueno el programa’, se trata del contacto por el contacto mismo”, dice la socióloga Lila Luchessi.Se construye la idea de “la gente” como entelequia, lo que “la gente” quiere ver, lo que “la gente” se pregunta en la calle, etcétera. En ese portal de noticias –cuyo slogan es “Ya sos parte de TN”– lo que más le interesa a “la gente”, lo que más vio “la gente” son los videos que llevan por título Lluvia de balas, A Moria se le salió la peluca y Luismi está más lindo que nunca. Esto porque hicieron click y votaron y comentaron. Participación popular que es falacia otra vez. Los medios cooptando y vaciando de contenido la participación popular.

Saludos a la tía Coca. El fenómeno es previo al estallido de las redes sociales. La participación, si puede llamarse participación, aparece con el inicio del período democrático y se consolida con dicho estallido, el abaratamiento de la tecnología y la universalización de Internet. El saludo como fenómeno aparece en las radios tanto comunitarias como comerciales a principios de los ’80. “Uno visualiza a los productores diciendo cosas como ‘tenemos 300 llamados por mañana’. Y naturalmente eran 300 llamados que decían ‘saludos a la tía Coca’. Realmente no se puede asociar eso con participación ciudadana”, remarca Luchessi. El llamado aparecía como herramienta para confirmar el contacto con el público. “Si se demuestra la existencia de audiencia, se incrementan los anunciantes”, agrega. Si se demuestra la existencia de audiencia, se demuestra que lo que uno puede decir mediante el canal tendrá su relevancia, surtirá efecto.“El que participa del Prende y Apaga es la última versión del ser humano. Lo menos que podés esperar de un ser humano es eso. Participan como parte de un juego, viste cuando te dicen ‘no pienses’, bueno, es eso”, dice el periodista Esteban Schmidt.“Es como si se le estuviera mostrando a un tercero que hay gente que se les acerca amigablemente y está conforme con portar banderas de ese medio, la idea sería, acá está la gente, la gente se nos acerca, al final tenemos buena onda”, caricaturiza el politólogo Nicolás Tereschuk.“Es esta cosa de aparecer en un medio casi como cosa cholula. En realidad mandar mensajes a un familiar de uno a través de un medio de comunicación no tiene mucho sentido cuando uno puede levantar el teléfono. Ahora, el tema de mediatizarlo implica un modo de pertenecer a una lógica por la cual los medios tienen una centralidad que no tiene el llamado y el contacto uno a uno”, dice Luchessi.Ahora bien, por qué la insistencia con el Prende y Apaga. El juego no es ingenuo. Se trata de una legitimidad. Un estar respaldado ante lo que puede llegar a decirse después del corte. “Está relacionado con el lucro y la influencia, se trata de mostrar una masa de personas a las que se llama gente y que constituyen una especie de respaldo en orden al sostenimiento del negocio. En ese sentido, muestro cómo hago contacto con un público determinado y tengo para mostrar ese poder de contacto con determinado sector”, dice Luchessi.Basta que los consumidores de información prendan el televisor para que estén expuestos a su estrategia. Los medios como actores políticos. Los telespectadores en estado de indefensión. El sujeto bombardeado de información que no codifica, no analiza, está indefenso. “TN da a sus telespectadores miedo al desayuno, miedo al almuerzo, miedo a la cena. Miedo que no confiesa nombre pero se viste de realidad. Lapegüe es la soda que lo baja.”

Clientelismo. El contrato de los medios con la gente tiene que ver con la idea de satisfacción al cliente. ¿No hay acaso clientelismos propios de los grupos medios o altos? Se trata de un clientelismo menos perceptible y de resultados más inciertos. “Uno puede ser un feliz portador de ideología sin saberlo, uno puede ser un inocente portador de ideología porque simplemente es un pelotudo, no necesariamente un mal tipo”, caricaturiza Esteban Schmidt. La opinión pública está pensada como consumidora clientelar. “A veces con la palabra clientelismo se asocia a los sectores populares y, en general, cuando uno empieza a ver en los distintos estratos de la sociedad donde aparecen prácticas clientelares, no sólo en términos vinculados con qué rol cumple el sistema político tradicional sino con qué rol cumplen otros sectores de poder dentro de la sociedad, aparecen ciertas lógicas de toma y daca que siempre se les achacan a los votantes de los partidos populares o masivos y que uno las puede ver en los casos de computaciones de licitaciones, etcétera”, explicita Luchessi.La opinión pública es una elite, dice Schmidt: “Son aquellos en condiciones de reproducir con suma eficacia los discursos dominantes. No se construye para millones, se construye para esa elite que se convence de una idea y después la transmite a otros”. Por su parte, Luchessi agrega: “Cuando un medio habla, no le habla a toda la sociedad, le habla a un grupo que coincide con cierto lineamiento editorial en términos políticos. A veces es tentador pensar que una minoría puede asimilarse a la idea de ciudadanía y en general una minoría es simplemente un grupo de clientes fidelizados de una marca determinada”.“La opinión pública es terreno de disputa. Clarín quiere jugar un juego político, se mete en una disputa política, quiere conducir a sectores de la oposición y entonces también tiene que pensar en su propia legitimidad o no. Si la gente le cree o no. Digo cuál es el clima de la sociedad, sus opiniones sobre los temas públicos. La opinión pública construida por grupos como Clarín fue la que decía estar muy enojada con el Gobierno, después nos dimos cuenta de que no era así”, explica Nicolás Tereschuk.Una cosa es qué piensa “la gente” y la otra es cómo influir en eso que piensa “la gente”. Se la pasan construyendo a “la gente”. Así la juegan los medios.









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