viernes, 15 de febrero de 2013

In Situ, Intervenciones en el paisaje

El imponente lago Nahuel Huapi y sus alrededores en Bariloche fue auspiciosamente intervenido, por la mano del hombre, en este caso artistas que, convocados por laSecretaria de Cultura de la Nación, intentaron un diálogo con lo majestuoso de la geografía.

Cuando el arte sale a la calle se hace público y deja una huella.
Ruth Viegener, una de las artistas convocadas residente en este maravilloso paraje patagónico, nos cuenta entusiasmada que, la iniciativa de apoyar a la ciudad después de la catástrofe de las cenizas del volcán surgió de varios estamentos del Gobierno Nacional, y que desde Turismo abrieron el juego a Cultura, para que acercaran propuestas.

Así surge el proyecto “In Situ”, que de la mano del director de Artes Visuales Andrés Duprat, abre la posibilidad de realizar estas intervenciones a gran escala fuera de los ámbitos convencionales de exposición y que, a su vez establezcan vínculos con el espacio urbano.
Un programa que despierta inmensas expectativas como las obras creadas, por ser de los primeros que desde el Estado se propicia la posibilidad de accionar sobre el espacio público, y genera un intercambio tanto  entre artistas locales e invitados , como  con los habitantes y turistas que se topan con estas obras que a su vez despiertan interrogantes.

El proceso comenzó hace más de un año cuando los artistas visitaron la ciudad patagónica para pensar sus obras. Y continuó con un rico trabajo donde en talleres de la zona se trabajó en conjunto, carpinteros, aristas,  artesanos, ingenieros y productores  comieron juntos mientras pergeñaban las mejores formas de realización.

Si el arte intenta de alguna manera transformar o interpelar a la sociedad en un diálogo, a veces silencioso, en este caso con la obra del cordobés Tomás Espina, que se hizo conocido a través de sus dibujos con pólvora, algunos que encendía y otros no, aquí se propuso la construcción de un puente sobre la polémica estatua de Roca en medio del Centro Cívico de Bariloche.
Una propuesta que resultó explosiva, y que resalta los temas de discusión pendientes, ya que la remoción de la estatua de Roca era un reclamo de grupos de pobladores de Bariloche, así como de otras regiones. Y en este caso el artista propone pasar por encima de dicha escultura, modificar la postal, y de ese modo cuestionar o al menos reflexionar acerca de los relatos de nuestra historia con sus íconos y símbolos. Produce entonces una interferencia visual y física que interpela.

Como los pueblos, las comunidades, la historia y también el arte es algo que se mueve, que transcurre, quiso el destino que cuando a mediados de diciembre se diera por inaugurada la primer etapa de este programa, el conflicto barilochense también estallara. En medio de estos sucesos, y a causa de un acampe debajo de este puente en construcción, las autoridades locales lo desmantelaron.
Dejando como antes la estatua ecuestre de Roca, sobre un pavimento, donde al menos hay un registro de la vivencia histórica,  plasmado en los pañuelos pintados de las Madres de Plaza de Mayo.

Otra de la obras instaladas, es la que llaman “la nadadora”, una figura suspendida que atraviesa la esquina de Quaglia y Av. 12 de octubre, perpendicular al lago, alambres de hierro retorcidos en homenaje a todos los artistas muertos y vivos de Valeria Conte Mac Donell que reside en San Martín de los Andes.
Sin embargo automovilistas y transeúntes afirman  que esa imagen que pende, casi como una advertencia,  esa mujer de filamentos con los pelos y dedos abiertos, sugiere algo acerca de la violencia de género.
Los 22 “chemamules” (hombres de madera)  diseminados a la vera de la rambla y los jardines que rodean el Nahuel Huapi, en la zona del centro, parecen haber estado siempre allí, el artista chileno Bernardo Oyarzún se adentra en la tradición mapuche, con estas figuras de 3 metros de altura, talladas  en madera que evocan a los preparados en el ritual para acompañar a el jefe “Lonco” en el último viaje. Siempre en pareja mirando hacia el este para custodiar sus almas.

Edgardo Madanes propone con “El  mirador” una especie de burbuja –jaula abierta , ubicada frente a la catedral de piedra, desde donde observar la realidad con otros ojos, a través de las cintas de mimbre, traídas desde el tigre, que lúdicamente dibujan rejas o redes,
Esta casita hueca se llena de niños y no tanto, que acuden presurosos a ver qué se siente, y a sacarse fotos, entran y salen de esta jaula abierta y de ese modo participan como en un juego de la obra y aunque no sepan de qué se trata, la disfrutan. 
Graciela Sacco trae una gran foto impresa de mayo del 68, “Entre azul y negro de la serie Tensión Admisible”, instalada en una empalizada de una obra en construcción frente a la Plaza Italia.
De este modo la imagen en blanco y negro de 27 m x 2,50 m, con la rebelde manifestación flanqueada por policías que se pliegan al ritmo de esas maderas, trae al presente tiempos de rupturas y cambios, que interpela como espejo retrovisor la agitación contemporánea, y nos habilita preguntas como: cuál es la tensión admisible?
En una memoria de la imagen que se hace objeto y tal vez esté precisando como el resto de las obras, la referencia que permita ese diálogo con la comunidad elegida y de ese modo habilitar el canal para redondear la eficacia de estas obras, porque en definitiva el arte es comunicación.
La convocatoria estuvo explícitamente basada en una búsqueda relacionada con la irrupción de las cenizas del volcán Puyehue en 2011, y así, de algún modo contrapuesto ofrecer estas intervenciones artísticas que reivindiquen la posibilidad reparatoria de la mano del hombre a través del arte y que opere sobre la comunidad y el mismo paisaje herido.

Sin embargo sólo 2 artistas aluden a ello, el brasilero João Loureiro de una forma encuadrada en sus últimas investigaciones, con “Escala de grises”, produce una ruptura en los sentidos, se sumerge en un emprendimiento comercial y junto con la heladería Jauja, fabrica helados en 6 tonos de gris. Que dispuestos en las vitrinas, contrastan con el colorido propio del resto.

Servido en cucurucho oscuro, invita a degustar  los ricos helados, que visualmente parecen de cemento, o propiamente hechos con el barro de las cenizas. Es una experiencia extraña, que trasciende lo visual o en todo caso lo complementa.

Y atención, porque de 3 a 5 la invitación a participar de esta performance degustatoria, que sólo se puede percibir en su totalidad, al saborear estos helados grises, es gratuita, en la heladería Jauja del centro de Bariloche.

Y por último 46 /11, día que recibieron la erupción, la obra de Ruth Viegenernace de la necesidad de construir un muelle en el lago para toda la comunidad.

Cabe aclarar que más allá de las cenizas, las bajadas al lago están interrumpidas, en su mayoría por emprendimientos comerciales y turísticos.

“46/11 habla  de un volcán que nos hizo tocar fondo”, afirma la artista, “pero como comunidad aún no encontramos la salida a esta situación”.

“A partir de allí”, continúa, “apareció la imagen de un gran salvavidas constituido por más de un centenar de salvavidas”.
Es así que creó una especie de flor de 17 m de diámetro, construida con salvavidas reglamentarios unidos en red, y que se modifica con  el oleaje.

A partir de este gran mandala la artista de Bariloche propone: “mirarnos como comunidad desde otro lado, salir de la tierra y meternos al agua. Es flotar en horizontal y entre todos. Es hincar en el paisaje, no como la postal que nos excluye a los humanos sino como parte importante de la postal. Incluirnos, sabiendo cuidar y preservar. Producir bienes con respeto y no solo observar el entorno como un capital turístico".
Señales y metáforas que se han sembrado en Bariloche con estas intervenciones, que transforman el paisaje y proponen un diálogo con la comunidad.
Queda la sorpresa de ver la segunda etapa con las obras que faltan de Nicolás Robbio, Leandro Erlich y Jorge Macchi

Y el deseo de que este programa se multiplique, para ver crecer en otras localidades la presencia de un arte público y la relación de los artistas con la comunidad.

Porque cuando el arte sale a la calle se hace público y deja una huella.

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