Ricardo Artesi forma parte de los miles de profesionales calificados que regresaron al país, después de años de vivir en el exterior. En diálogo con AgePeBA comenta acerca de sus trabajos, sus proyectos y de la transformación de la Argentina.
“A partir del gobierno de Néstor Kirchner en el 2003, se abre en este país un gobierno democrático; se empieza a hablar de participación, se comienza a discutir de política, antes eso no existía. Soy muy feliz cuando veo a los jóvenes engancharse en escuelas, haciendo guiones, contando sus historias, generando producciones. Lo importante de todo esto es que la juventud va tomando la herramienta audiovisual en sus propias manos”.
Artesi comenzó a tomar sus primeras herramientas como documentalista y comunicólogo en la Escuela de Arte Cinematográfico de Avellaneda, durante los complicados años de 1978 a 1983, donde estudió para luego licenciarse como realizador cinematográfico. A esa importante casa de estudios del sur bonaerense se la conocía como la Escuela de la Resistencia, ya que en los años de dictadura logró sobrevivir y generar una serie de trabajos de denuncia a los militares y elaborar producciones de tono social, como así también la realización de festivales de cine independientes.
“De esa generación, egresaron junto a mi personas como José del Peón, quien fue el editor de la película de Tristan Bawer, “Che. Un hombre nuevo”, o Juan Campanella, quien entre otras cosas dirigió “El secreto de sus ojos”, ganadora de un Óscar”, recordaba Artesi.
Entre sus primeros trabajos figura “Contraste”, que es una historia ficcionada de relaciones de parejas donde la violencia juega un rol protagónico que tiene como escenario a Avellaneda y “Tristeza de Federico”, la cual narra la historia de un chico con problemas mentales en el barrio porteño de San Telmo.
Desde 1987 hasta 1994 fue el director de la Escuela de Arte Cinematográfico de Avellaneda y a la vez encaraba proyectos documentales sobre organismos de derechos humanos.
Cuando los duros años noventa comenzaban hacer sus primeros estragos notables, Artesi decidió marchar hacia México “porque este país se había convertido en un lugar burdo, sin perspectiva, sin futuro y con un oscurantismo que se notaba mucho, producto de la propuesta cultural de los militares y de los gobiernos que le continuaron, sobre todo el de Menem”.
En el país azteca fundó la Escuela de Cine de Guadalajara, desempeño actividades en universidades y medios de comunicación mexicanos y la realización de series, documentales y cortos que abordaban la situación del migrante y los problemas de género, de derechos humanos y violencia, entre otros. También se desempeñó como Profesor de la cátedra de Edición de la prestigiosa Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba, donde tuvo el ofrecimiento de ser el director académico de esa institución, a pedido de Santiago Álvarez.
Luego de dieciocho años Artesi regresó a la Argentina, y de inmediato se puso a trabajar en un documental que aborda la vida y obra del poeta peronista Alfredo Carlino. También en otra película bautizada “Molinos de lucha y esperanza”, que cuenta la historia de la comisión interna de Molino del Plata, que en la actualidad, todos sus miembros se encuentran desaparecidos.
Entusiasmado por las políticas de tratamientos de medios y su inserción en la sociedad explica que “la ley de medios es un parte aguas, genera un antes y un después, y me pareció buena la recepción de la mayoría de la sociedad en beneplácito de decir, bueno que se abra el juego. Hay algo que los medios hegemónicos no lo definen con claridad, porque el postulado esencial pasa por democratización de estos para que haya más comunicadores, más medios, más voces, más difusión”
Artesi explica que sus trabajos “se caracterizan en que las palabras de las personas, lo que ellas relatan, es lo que prima, le doy mucha importancia a la vivencia de la gente” y sostiene que “el documental es un trabajo de paciencia con la realidad. Se cruza la realización con la necesidad de transmitir”. Afirmó el documentalista.
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